Cowgirl

Entregando a Lorena 19
Entregando a Lorena 19

Unos días después de la tremenda cogida en la casa de Carlos, nuestra vida con Lorena era un desastre. Ella estaba insoportable y no quería ni siquiera oír hablar de querer coger, decía que el cuerpo todavía le dolía muchísimo.
Yo también estaba loco; por las noches le pedía que me dejara darle por la cola, pero entonces lloraba diciendo lo mismo de siempre: que su redondo y firme culo era solamente para que lo disfrutara la enorme verga de Carlos.
Una noche regresé a casa muy cansado de un largo y pesado día de trabajo. Cenamos temprano y nos sentamos a mirar un poco de televisión. Antes de la medianoche Lorena me dio un beso, dijo que estaba cansada y que me esperaba en la cama. La observé mientras subía las escaleras, pensando en ese hermoso culo que solamente podía usar a su antojo ese hijo de puta.
Un rato después comencé a dormitar, así que me levanté y subí también a nuestra habitación. Allí me encontré con una escena más que excitante: mi mujercita acostada en la cama boca abajo, vestida con un breve camisón transparente que apenas ocultaba una diminuta tanga de seda negra.
A pesar del cansancio y el stress, mi verga se endureció al instante y avancé hacia la cama arrancándome la ropa a las apuradas. Me acosté desnudo sobre el cuerpo de Lorena, que estaba algo adormecida, pero entonces se movió de golpe gritándome enojada que realmente el cuerpo le dolía mucho y que todavía sentía la concha inflamada desde la última sesión sexual tan salvaje con Carlos, así que no iba a coger esa noche por nada del mundo.
Le recriminé por qué se había vestido así, sabiendo lo mucho que me provocaba esa sensualidad que emanaba su cuerpo casi sin querer, pero entonces me respondió que eso era una cuestión suya y que si yo estaba tan caliente, me fuera a masturbar al baño.
Intenté ponerla boca abajo para metérsela por la cola, pero en su furia sacó una fuerza tremenda; me empujó y terminé cayéndome de la cama.
Me levanté también furioso y volví a cambiarme. Entonces me preguntó en un tono muy suave qué estaba haciendo o adónde iba a ir.
“Me voy a coger a otro lugar!!!” le grité lleno de bronca, dejándola sola.
Salí con el auto y me dirigí a los bosques de Palermo, donde sabía que podría encontrar alguna prostituta que me ayudara a aplacar mi calentura. Luego de varias vueltas encontré a una mujer muy atractiva y hermosa parada en una esquina. Tan hermosa que me pareció podía tratarse de un travesti.
Ella pareció adivinar mis pensamientos, ya que se acercó a la ventanilla del conductor, tomó mi mano y la deslizó por debajo de su minifalda, haciéndome acariciar su depilada raja, que estaba bastante humedecida.
“Te convenciste, papito, o te traigo otra amiga con una verga bien grande?”.
Fuimos a un hotel alojamiento no muy lejos de allí y apenas entramos a la habitación supe que no me había equivocado en elegir semejante hembra.
Me desnudé y ella, completamente vestida, me chupó la pija con una habilidad única; jamás una mujer me lo había hecho así, ni siquiera Lorena con la experiencia que había adquirido en los últimos tiempos.
Antes de hacerme acabar me cabalgó sobre la cama, empalándose sobre mi verga bien dura y firme. Comenzó a hacer una danza sicalíptica que me volvió realmente loco, hasta que de repente sentí que explotaba y me vaciaba dentro de esa concha caliente y húmeda. Me caí de espaldas apenas ella se salió de mí y vi que se levantaba a buscar un cigarrillo en su cartera. Entonces pude apreciar sus hermosas piernas torneadas mientras se quitaba la minifalda, dejándome ver su firme culo, visión que me hizo endurecer otra vez la pija.
Ella se volvió y otra vez pareció adivinar mis pensamientos. Me dijo sonriente:
“Me hiciste acabar bien fuerte, flaco…te gustaría hacerme la cola??”
Ni siquiera le contesté; le tendí una mano y ella se acercó a la cama. Gateó en cuatro patas y esparció unas gotas de vaselina en la entrada de su estrecho culo. Me pidió que se la metiera despacio, mi verga le parecía bastante gruesa.
Me ubiqué detrás de ella y le apoyé la cabeza de mi pija. Fue increíble poder dilatar ese cerrado orificio tan caliente. Finalmente se la metí hasta el fondo y con tanta calentura acabé en menos de dos minutos.
Nos despedimos en el mismo lugar donde la había encontrado y regresé a casa mucho más relajado. Ya estaba comenzando a amanecer cuando llegué.
Me llamó la atención encontrar una botella de whisky y un vaso usado en la mesa del comedor; estaba seguro de que no estaban allí al irme. Presentí lo peor y mientras subía las escaleras me preparé para encontrar una fea sorpresa. Pero no fue así, con las primeras luces del amanecer, pude ver a Lorena acostada boca abajo en la cama, dormida.
Pero la imagen no era la misma que recordaba haber dejado unas horas antes.
Lorena estaba completamente desnuda, pero con sus pies calzados con unos zapatos de taco aguja que me excitaban muchísimo. Las sábanas estaban revueltas y me pareció ver unas manchas que solamente podían ser de semen.
Me acerqué todavía más y entonces pude ver que el ano de mi dulce esposa estaba algo dilatado y manchado con un líquido blanquecino. Solamente el hijo de puta de Carlos podría haber estado allí durante mi ausencia.
Lorena intentaba simular estar dormida y sin abrir los ojos dijo en tono irónico:
“Te fuiste a coger con alguna puta por allí, entonces tu mujercita aprovechó también para coger como una verdadera puta… pero no te mentí, mi amor, Carlos me rompió solamente el culo, porque mi concha realmente me duele”.
Le dije de todo, la insulté como nunca, pero ella ni se inmutó ni me respondió. Se limitó a decirme que Carlos la había dejado satisfecha, con la cola llena de leche y muy cansada, así que yo podía irme a dormir al sillón sin m*****arla.
Con más bronca todavía bajé al comedor y un rato después el cansancio también me venció a mí.
Dormí tranquilo sabiendo que no debía ir a trabajar en un día feriado, pero cerca del mediodía me despertó el sonido del teléfono.
La estúpida carcajada era inconfundible.
“Ya tomaste toda la lechita, flaco??… te la dejé bien calentita…”
Lo insulté a los gritos y le dije que había comprado un cuchillo de monte para castrarlo si me enteraba de que se cogía a mi mujercita sin mi presencia.
Volvió a reírse mientras colgaba el auricular.
Pude oír que Lorena también entraba al baño y mientras me servía un whisky en el vaso usado por Carlos, otra vez me puse a pensar si alguna vez podríamos ella y yo despertarnos de esta horrible e interminable pesadilla…